La gestión de incendios no estacionales demuestra efectos positivos sobre el paisaje
Una investigación aborda los incendios no estacionales en la región portuguesa del Alto Miño, en la que se mantienen prácticas ilegales que, con un adecuado manejo, generarían beneficios en el medio
En una investigación encabezada por Emanuel Oliveira, doctorando del Departamento de Ingeniería Agroforestal de la USC (Lugo), que contó con la colaboración de investigadores de la USC, de la Universidad de Trás Os Montes y Alto Douro y de la Universidad de Évora, se hace una diferenciación entre los fuegos estacionales, que se producen en la época de más calor y arrasan anualmente con numerosas hectáreas, y los no estacionales, que se producen el resto de año (otoño, invierno y primavera), que de media son mucho más pequeños y permiten gestionar el combustible, pero que necesitan un adecuado control y gestión. El investigador recalca que este estudio se centró en el Alto Miño, una región fronteriza de Portugal con Galicia, pero señala que es una situación común a Portugal y Galicia.
Oliveira explica que hay una diferenciación entre incendios, que son aquellos fuegos en los que hay una intervención de los dispositivos de extinción, y los fuegos que no están registrados por no existir intervención, acabando por autoextinguirse, siendo que estos ocurren fuera de la estación estival, mayoritariamente en invierno. Además, recalca que también hay diferencia entre los tipos de combustibles en los que inciden, y que esto viene marcado por la ocupación del suelo en los diferentes territorios y la recurrencia de los fuegos estacionales y no estacionales.
Los fuegos no estacionales tienen aspectos concretos en esta área del Alto Miño porque “son más selectivos e inciden esencialmente en zonas de matorral. Normalmente, aunque ilegales, se realizan para la renovación del pasto para ganado o caza. Estos incendios son normalmente muy pequeños y con menor recurrencia, en comparación con los incendios forestales”.
El trabajo analiza el periodo entre los años 2000 y 2018, concluyendo que los fuegos no estacionales afectan más a zonas de matorral y menos a zonas de arbolado: “Cuando incide en estas últimas zonas, los árboles que más sufren son los pinos. Por el contrario, no afecta a zonas asociadas a robledal”.
Sin embargo, cuando se habla de incendios estacionales aclara que “ya no son tan selectivos” y arrasan por donde pasan. Oliveira expone que otro dato que observaron es el cambio de los tipos de combustible en el territorio. “Teníamos amplios territorios con pinares y con la recurrencia de los fuegos, en particular del período estival, resultaron en pinares regenerados que se perdieron más tarde para matorrales. En muchas zonas del Alto Miño, los incendios acabaron con estas áreas y se instalaron los eucaliptos, en particular por su resiliencia al paso del fuego. Es decir, hubo una substitución de pino y matorral por eucalipto”.
La llegada de especies invasoras
Si bien los fuegos no estacionales tienen un papel esencial en la conservación de los paisajes, es importante una adecuada reglamentación y una mayor gestión: “Son más pequeños y de baja intensidad, pero requieren condiciones y control que permitan que sigan manteniendo los paisajes en mosaico, porque en verano los grandes incendios ya arrasan con enormes terrenos y llevan a paisajes más homogéneos”.
“El aumento de los incendios estacionales recurrentes conduce a un tipo de combustible donde se integran las especies invasoras, principalmente acacias», puntualiza. Esta llegada de especies invasoras se produce, principalmente, en zonas costeras del territorio del Alto Miño, marcado por grandes incendios que se repiten en intervalos de 5 a 10 años.
Entre tanto, “en el interior, tenemos un cambio de combustible forestal que está asociado sobre todo al abandono agrícola y que da origen a robledales, alisos y sauces”, aclara.
El investigador señala la necesidad de actuar en las zonas de asentamiento de las invasoras exóticas. “Responden a los incendios de una forma más rápida y condicionan a nuestras especies, que están perdiendo su territorio”. Así mismo, se expanden a gran velocidad y “con las alteraciones climáticas que tenemos, que facilitan su invasión, es un problema real que afecta tanto a Portugal como a Galicia”.
Los beneficios de los pequeños fuegos no estacionales
“La diferencia entre Galicia y Portugal es que en el territorio gallego todos los fuegos son apagados, mientras que en Portugal aún se mantienen los pequeños fuegos de otoño, invierno e inicios de primavera, pese a su ilegalidad. Esto permite mantener el paisaje mosaico”, expone el investigador. Explica que las zonas de retama son las que más se queman en inicio de otoño antes de la entrada de las primeras lluvias, principalmente, porque permite más fácilmente la conversión en pastos. El fuego también tiene por fin ahuyentar el lobo y el jabalí, que son dos problemas que tienen los agricultores y ganaderos con la producción de ganado en régimen extensivo.
Una tesis del trabajo es que los fuegos pastorales deberían estar permitidos pero controlados desde las instituciones. El trabajo pone como ejemplo Cantabria, donde las quemas, definidas por ley cómo simplificadas son llevadas a cabo por ganaderos, pastores, agricultores o personas que viven en zonas del rural, mientras que las que están enfocadas para dar respuesta a los incendios, para gestión de combustible, son realizadas por técnicos, ya que queman superficies más amplias y necesitan de medios de control específico.
Oliveira apunta que es necesario que los fuegos prescritos que llevan a cabo desde la Xunta, en el caso de Galicia, den respuesta a la gestión del combustible pero que también respondan a las necesidades de los agentes locales que residen en la zona. “Estos fuegos institucionales no tienen que quemar muchas hectáreas en una sola acción, en un solo día, que no es lo que quiere el ganadero. Los pastores o ganaderos y apicultores necesitan pequeñas manchas, ejecutadas durante varios días, por un determinado período que al final les aportará una adecuada superficie y con diversidad de flora que les sirve para alimentar a su ganado”. Por eso, sugiere que las quemas prescriptas se ajusten a los sectores ganaderos y cinegético, y para eso “es necesario una mayor formación y disponibilidad de los técnicos”.
El investigador concluye afirmando que los pequeños fuegos “son necesarios para la conservación de ciertos hábitats, pero es necesario que haya un equilibrio y que desde las instituciones tengan una mayor capacidad de gestión y de respuesta a las comunidades rurales”.