«Prevenir los incendios es apostar por todo aquello que retire biomasa del monte y que aporte rentabilidad»
El catedrático Manuel Marey describe cuáles son las principales causas que provocan los fuegos en la actualidad y cómo influye la gestión del terreno y las variedades arbóreas en la propagación de los mismos
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Imagen de archivo del incendio de Trabada
Recientemente, un estudio del grupo de investigación Proyectos y Planificación (PROEPLA) del Campus Terra de la USC analizó la evolución, entre los años 2007 y 2015, de la distancia entre los puntos de origen de los incendios y las edificaciones, tanto en España como en California. Uno de los autores de la investigación es Manuel Marey, catedrático de la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Lugo y detalla que el estudio abarca el análisis de más de 100.000 fuegos, para el cual se dividió la superficie en cuadrículas hexagonales con 7.700 km2.
La primera conclusión es que en un 10 % de la superficie en el caso de España y en un 4 % en California, los fuegos muestran una tendencia significativa a comenzar más cerca de las zonas urbanizadas. Una segunda conclusión es que en no hay celdas de la malla analizada, tanto para España como para California, donde los fuegos se alejan de manera significativa de las edificaciones, independientemente de si los fuegos se consideran en conjunto o desglosados por causas. Esto es, para el período estudiado, en ninguna parte se puede aseverar con rigor estadístico que los fuegos tiendan a surgir cada vez más lejos de las edificaciones, pero lo contrario sí que es cierto en determinadas zonas.
En este estudio destaca que de todos los fuegos analizados en el período de nueve años, la región que más incidencia tuvo fue Galicia, «con diferencia»; es decir, fue el territorio donde más incendios se registraron en ese intervalo de tiempo. Aun así, en Galicia no observaron ningún acercamiento ni alejamiento significativo. En algunas zonas hubo algunos comportamientos que variaban, pero no fueron relevantes. «En el caso gallego no hay diferencias, como ocurre en otras regiones de España, caso del norte de Extremadura, Salamanca, Murcia o en cierta zonas de Aragón o la Rioja, donde sí que hay unos acercamientos significativos».
La tendencia es que se reduzca el número de incendios provocados, principalmente porque el sistema de vigilancia está aumentando su eficiencia y porque las causas estructurales de muchos fuegos cambiaron
Causas humanas en los incendios
En el caso español, para llevar a cabo el estudio trabajaron con la información disponible en la Estadística General de Fuegos Forestales (EGIF), del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que recoge datos procedentes de los partes de fuegos forestales desde 1968 hasta 2015. Sin embargo, en California existen diversas fuentes de información, por lo que se optó por emplear una base de datos del Departamento de Agricultura (USDA), del período 1992 – 2015. Complementando ambas fuentes de información se empleó una base de datos de construcciones humanas, procedente de la Comisión Europea, con cobertura mundial y datos cada 38 m2. «Hubo una labor de homogeneización de la información muy importante; esa labor oscura, pero que nos aporta rigor», puntualiza.
Uno de los parámetros que se tuvieron en cuenta fue la causalidad. Aunque hay múltiples causas, se decidió agruparlas en tres grandes tipos por comparar California y España. El primer grupo lo constituyeron los fuegos de origen humano. Ahí se recogieron los provocados, pero también los que son fruto de descuidos o de accidentes, muy comunes en California. Otro grupo estaría formado por los fuegos provocados por causas naturales, básicamente tormentas secas o rayos. El último grupo, que no es menor en datos, fueron los de causa desconocida.
En España tienen especial relevancia los fuegos de origen humano, que alcanzan un 86 % del total de los fuegos. «En los últimos años el número de fuegos con esta causa se ha reducido sustancialmente», subraya Manuel Marey e indica que aún en mayor medida en el caso de Galicia.
Dentro de este grupo destacan los provocados, que presentan una tendencia decreciente principalmente debido al incremento de la vigilancia y a la persecución de los mismos. Un segundo tipo son los descuidos, que muchas veces son producidos por quemas, con o sin autorización, por lo que Manuel Marey considera que «es necesario mantener el control sobre este tipo de prácticas». Incide en que no se puede considerar del mismo modo un incendio intencionado que el originado por un descuido o un accidente, aunque las consecuencias puedan ser similares. Mientras que en los primeros la vigilancia y la sanción penitenciaria son la solución, en los segundos es necesario adoptar medidas de formación, vigilancia y sanciones administrativas.
Tradicionalmente los incendios eran instrumento de gestión territorial o un síntoma de un conflicto
Pérdida de actividad y sus consecuencias
Durante muchos años dos factores explicaron el comportamiento del fuego, según indica el catedrático. Primero, «en las zonas donde aparecían reiteradamente los incendios, se consideraban fuegos estructurales que respondían a dos causas». Indica que principalmente el fuego era un instrumento de gestión del territorio. Es decir, las personas prendían fuego para conseguir pasto. Gestionaban así a ganadería y, en ciertos casos, la agricultura, ya que el fuego era una técnica de manejo necesaria. Actualmente sigue siendo un instrumento de gestión territorial en muchas zonas del mundo, puesto que es una de las mejores, o la única alternativa, para regenerar los pastos. Decir que cuando en España se utilizó con este objetivo ganadero «chocó con la interpretación negativa que de todo tipo de fuego hacían los gestores forestales de épocas pasadas», apunta.
Segundo, en ciertas zonas el fuego era el exponente o síntoma de un conflicto por la propiedad o la gestión de la tierra; por la caza o por diferentes tipos de disputas: «Era a forma de aplicar la justicia, o más bien cabría decir, la venganza».
Para hacer una buena gestión forestal hay que apostar por todo aquello que retire biomasa y que genere rentabilidad
«Hoy ya no hay la presión ganadera y agraria que justifique el fuego como instrumento de gestión y en aquellos territorios donde el ganado sigue pastando existen alternativas a la utilización descontrolada del fuego». La pérdida de actividad ganadera marcó un cambio en las series históricas de incendios.
Gestión de la biomasa
Según explica Marey, en muchas zonas de Galicia hay un exceso de acumulación de biomasa, «sobre todo, de una biomasa que no responde a un objetivo». El profesional hace una diferenciación entre la biomasa con destino a la producción forestal, en las que los propietarios tendrán interés por gestionar sus parcelas y mantenerlas de forma que sean resilientes a los fuegos y, por otra parte, aquellas otras parcelas que son consecuencia del abandono y de la ausencia de actividad.
«Gestionar el territorio en su conjunto implica que tenemos que apostar por todo aquello que retire biomasa del territorio y lo destine a un uso que tenga valor de mercado», indica, y señala cómo propuesta más interesante en general para Galicia el incremento del número de herbívoros que «hagan una doble función: comer y crecer».
En cuanto a las franjas de biomasa, que tienen unas regulaciones legales, relata que son mecanismos que pueden ser positivos, mas no resuelven el problema de los fuegos. «Habría que cuestionarse cómo se deben regular y cómo hay que llevarlas a cabo, entre otros factores. Yo soy partidario de trabajar a escala proyecto, este implica establecer una propuesta adecuada para cada núcleo, aldea o parroquia, considerando aspectos como la orografía, la infraestructura viaria, etc.».
En Galicia, las zonas donde tradicionalmente más ardió, no había eucalipto
Especies buenas y malas
Para el profesional no hay especies buenas o malas con respeto al fuego, «a mi modo de ver es un debate erróneo». Recuerda que en el Courel ardió y también lo hizo Trabada, y en cada zona había especies diferentes. «Cuando se dan determinadas condiciones puede arder una superficie de frondosas y también una de eucaliptos. Entiendo que este debate puede ser interesante o interesado, pero no es un debate forestal y obvia aspectos que determinan más el comportamiento del fuego, como la presencia y tipo de matorral que forma el sotobosque, o la distribución horizontal y vertical de la biomasa».
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Imagen de archivo del incendio de O Courel
Los datos que maneja Manuel Marey indican que en Galicia en las zonas donde tradicionalmente más ardió no había eucaliptos; por lo contrario, en las superficies forestales arboladas presentes en los lugares menos afectados por los fuegos a especie mayoritaria era el eucalipto.
«Lo que precisamos, como antes indicaba, es retirar biomasa principalmente mediante el ganado. Además, es necesario que esta actividad ganadera en ciertas zonas se desarrolle de manera planificada para romper la continuidad de las masas forestales o de las superficies de matorral».
Ley de prevención de incendios
La probabilidad de incendios en Galicia se redujo de manera considerable en los últimos años. «Cuando se puso en marcha el Servicio de Prevención y Defensa contra Incendios, en los años 90, la sociedad rural y el territorio eran muy distintos a los de hoy. De aquellas se producían muchos incendios pequeños que mayoritariamente se repetían en determinadas zonas, respondiendo a las causas antes comentadas», describe.
La legislación y los instrumentos de planificación derivados tienen que comenzar a discernir cuál es el impacto del incendio sobre el territorio para definirlo con carácter previo/blockquote>
Actualmente, entre otros factores a tener en cuenta, el clima supone una apertura de nuevas ventanas de oportunidad para el inicio y la propagación de incendios. Cuando aparecen humedades relativas bajas durante varios días – y especialmente por las noches – el material vegetal incrementa la disposición para arder y se abren oportunidades para los incendios. «Esto es un factor determinante en la probabilidad de tener grandes fuegos y tener serias dificultades de extinción».
Para Manuel Marey, el fuego no debe medirse solamente con métricas como son el número de fuegos o las hectáreas afectadas, sino que se deben incorporar en su evaluación unidades sociales, ambientales y económicas, como pueden ser personas afectadas o en que medida son afectadas o el valor del hábitat, ya sea medido en euros o en términos ecológicos, y por supuesto las pérdidas de bienes afectados. «Existe la necesidad de establecer con carácter previo un valor territorializado del impacto del fuego en caso de producirse. De este modo, los servicios de extinción podrían priorizar sus actuaciones siguiendo criterios objetivos preestablecidos». Según su opinión, la legislación y los instrumentos de planificación derivados tienen que comenzar a discernir cuál es el impacto del incendio sobre el territorio para definirlo con carácter previo. «A efectos de organización y planificación en la lucha contra los incendios, creo que eso va a ser clave en el futuro».
Considera que el Servicio de Prevención y Defensa contra Incendios de Galicia ha demostrado ser muy eficiente en aspectos clave como la detección, el tiempo de respuesta o la primera actuación y que en el futuro tendrá que seguir ?en esa línea de eficacia y versatilidad?, y que contar con instrumentos de ayuda les permitirá tomar decisiones más rápido.
Materiales de construcción
En cuanto a la legislación urbanística, Marey pone de ejemplo lo sucedido recientemente en Los Ángeles, un hecho que se enmarca en la situación y las casuísticas de la zona. «No porque allí el fuego arrasase con 11.000 viviendas, si ahora, por ejemplo, se iniciase un fuego en Coristanco tendría que suceder lo mismo; las casuísticas (vientos, sequía…) y las características de la zona (interface urbano – forestal, tipos de asentamientos…) son muy diferentes».Así es que no quiere entrar en alarmismos y destaca que en Estados Unidos construyen mayoritariamente con madera. Una tradición que no cambian por el hecho de que los huracanes les lleven las casas o los incendios les puedan arrasar con ellas: «Asumen los riesgos».