“Los suelos gallegos tienen una elevada capacidad de adsorción o retención de antibióticos”
Esperanza Álvarez es catedrática de Edafología y Química Agrícola en la Escuela Politécnica de Ingeniería del Campus Terra de la USC en Lugo y coordina el grupo de investigación UXAFORES, que desarrolla su actividad en ámbitos como el forestal o el medio ambiental
La Unidad de Gestión Ambiental y Forestal Sostenible (UXAFORES) es un grupo de temática forestal y medioambiental que realiza actividades de investigación, así como trabajos y proyectos para empresas, particulares y Administraciones públicas.
Tiene su sede en la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería, en el Campus de Lugo de la Universidad de Santiago de Compostela y Esperanza Álvarez, catedrática de Edafología y Química Agrícola, es su coordinadora.
– Vuestro grupo de investigación es uno de los más consolidados del Campus Terra, con más de 20 años de actividad. ¿En qué proyectos estáis trabajando en estos momentos?
– Dentro de UXAFORES hay pequeños equipos trabajando en distintas temáticas, unos investigamos distintos aspectos de los suelos (fertilidad, contaminación, valorización de residuos y subproductos), pero hay compañeros trabajando en el ámbito de la modelización forestal y la selvicultura, con el uso de la madera estructural, en proyectos sobre incendios forestales (modelización y concienciación), sobre plagas y enfermedades forestales (especialmente del castaño), sobre producción micológica, etc. Somos un grupo muy amplio y con muchas sinergias entre nosotros.
– ¿En qué consiste en concreto la línea de investigación de tu equipo?
– Tenemos un proyecto centrado en la presencia de antibióticos en el suelo. Ya es el tercero que llevamos a cabo en este ámbito. Primero estudiamos los antibióticos de consumo veterinario, sobre todo tetraciclinas y sulfonamidas en general; después los antibióticos más habituales empleados en humanos, y ahora estamos analizando los anticocidios, que se emplean sobre todo en piensos para aves.
En los dos primeros proyectos en este campo trabajamos en colaboración con el equipo de Manuel Arias Estévez, de la Universidad de Vigo, y con el de Montserrat Díaz Raviña, del CSIC de Santiago, que también colabora en el que estamos llevando a cabo actualmente.
Los animales, al igual que los humanos, absorben una cantidad limitada de la dosis de antibiótico administrada, habitualmente menos del 80%, y el resto se expulsa a través de las heces o de la orina y acaban, en el caso de los animales, en las fosas de purín y en el de los humanos en los lodos de las depuradoras, que después, tanto en un caso como en el otro, acaban en los suelos cuando se usan como productos enmendantes.
– ¿Qué resultados habéis obtenido?
– En el caso de los purines, el 42% de las muestras analizadas presentaron algún antibiótico, hasta cinco en la misma muestra. El mayor problema se detectó en el caso del de porcino, donde más de un 80% tenía algún antibiótico, mientras que la menor presencia se obtuvo en el purín de vacuno.
En el caso de los suelos que recibieron purines, el porcentaje de muestras que presentaban algún antibiótico descendía al 17%, bien porque se degrada o porque lo absorben las plantas. Por eso, nosotros estudiamos la problemática que había después; es decir, si de ese suelo podían pasar a los alimentos y, de hecho, encontramos presencia de antibióticos de uso veterinario en cereales y forrajes. En este sentido, un 71% de las muestras de pasto y maíz y un 33% de las de trigo tenían algún antibiótico, si bien en concentraciones muy bajas, muy inferiores a las obtenidas en otras áreas de agricultura intensiva.
Los antibióticos que los animales y los humanos tomamos acaban en las fosas de purín y en los lodos de depuradora y, de ahí, pasan al suelo y a las plantas
En los de consumo humano estudiamos algunos de los más utilizados (amoxicilina, azitromicina, claritromicina, cefuroxima, trimetroprim, levofloxacino, ciprofloxacino, norfloxacino) que están presentes en un 68% de los lodos de depuradora en primavera y en un 32% en otoño, pues las plantas de tratamiento de aguas residuales no fueron diseñadas para eliminar estos contaminantes emergentes.
Los que más encontramos fueron las quinolonas (principalmente el ciprofloxacino). No obstante, estos lodos antes de incorporarse a los suelos, en Galicia tienen que pasar por gestores de residuos, de manera que los tratamientos que les aplican reducen drásticamente los contenidos y el número de antibióticos.
Las plantas de tratamiento de aguas residuales no fueron diseñadas para eliminar estos contaminantes emergentes
Ya en los suelos, un 12% presentaron algún antibiótico, principalmente quinolonas, en muy baja concentración, y en los cultivos no se detectaron estos fármacos, por lo que los tratamientos de los gestores resultaron muy efectivos en reducir o eliminar estos antibióticos.
Además, nuestros suelos tienen en general una elevada capacidad para retener los antibióticos y evitar que pasen a las aguas o a los cultivos. Ese poder de retención depende fundamentalmente del pH del suelo, del contenido de materia orgánica y de un tipo de minerales que tienen baja cristalinidad. También depende de las propiedades de los antibióticos, sobre todo de su solubilidad, de modo que por ejemplo las sulfonamidas son mucho más solubles que las tetraciclinas, se retienen menos en el suelo y en consecuencia presentan un mayor riesgo medioambiental.
En suelos con un escaso poder de retención, que suelen ser los pobres en materia orgánica, se puede incrementar la capacidad de adsorción de los antibióticos con algunos residuos o subproductos agroforestales o de la industria alimentaria como cenizas de biomasa, corteza de pino o concha de mejillón, lo que contribuye además a la valorización de estos materiales, en un contexto de economía circular.
Esas fueron las dos líneas de investigación en las que estuvimos trabajando hasta ahora y esos dos proyectos dieron pie a un tercero, que es en el que estamos ahora, que es el de los anticocidios.
Los anticocidios que se emplean en los piensos para aves son muy tóxicos para los humanos
La cocidiosis es una enfermedad muy común sobre todo en las aves, y ese tipo de antibióticos, que son ionóforos (como salinomicina, monensina, narasina o lasalocid), son muy tóxicos para los humanos pero se están añadiendo sobre todo a piensos de aves. Hay que decir que la carne de pollo, por ejemplo, pasa controles para garantizar que esté libre de anticocidios, pero los estamos estudiando a nivel ambiental.
Investigamos su presencia en purines, suelos y cultivos y la capacidad que tienen nuestros suelos para adsorberlos o retenerlos. Como en los proyectos anteriores, dependiendo del pH del suelo y de la presencia de más o menos materia orgánica, así como de las propiedades del fármaco, en unos se adsorben a los suelos más que otros, pero los residuos anteriormente nominados (cenizas, corteza de pino, concha de mejillón) pueden ayudar a retener esos fármacos en el suelo, evitando que pasen a las aguas, a la cadena trófica y que lleguen a nosotros.
– Además de investigar, en la Escuela Politécnica de Lugo también ayudáis a los productores a ser más eficientes, por ejemplo, haciendo analíticas de suelo.
– Sí, llevamos muchos años haciendo análisis de suelos para cooperativas agrícolas y dando asesoramiento con recomendaciones de encalado y abonado. Hacemos más de 2.000 analíticas al año, porque además de analizar suelos agrícolas, también nos mandan muestras de suelos forestales por parte de empresas del sector y hacemos también la parte analítica para otras Universidades que necesitan ese apoyo en sus proyectos de investigación.
Tenemos un laboratorio y un equipo con mucha experiencia en este ámbito, porque llevamos más de 15 años ofreciendo estos servicios de análisis de suelos, incluso cuando aun no eran frecuentes, o menos habituales que hoy, por parte de los productores.
– ¿Notáis un mayor uso de estas herramientas en la actualidad?
– Sí, en Galicia se empezaron a generalizar estas analíticas en los últimos años, en nuestro caso a raíz de un proyecto conjunto con la cooperativa Delagro, en la que se integran distintas cooperativas agroganaderas gallegas, y que fue el detonante para que muchos productores se decidiesen a hacer análisis de sus suelos.
Tenemos picos importantes de trabajo en el laboratorio coincidiendo con las campañas de abonado de primavera y otoño
En esta época del año, coincidiendo con la campaña de primavera de abonado de praderas y de las tierras del maíz tenemos un pico de demanda y estamos incluso saturados. En este momento están trabajando en el laboratorio tres personas sin parar y hay determinaciones que derivamos a otros servicios de la Universidad aquí en el Campus de Lugo para agilizar más el proceso.
– Los suelos gallegos son ricos en materia orgánica. ¿En qué niveles medios podemos movernos?
– En suelos forestales es muy frecuente encontrarnos con niveles de materia orgánica por encima del 10%, llegando al 12, 15 o incluso 20%.
En suelos agrícolas hay deferencias, porque no es lo mismo una pradera permanente que una tierra de maíz, porque la pradera permanente incorpora raíces y la materia orgánica de las deyecciones de los animales, si se hace pastoreo, y no hay más exportación que el pasto. En una pradera permanente podemos tener con frecuencia valores superiores al 10% de materia orgánica.
Las labores agrícolas, en cambio, disminuyen el carbono en el suelo por varias razones: con la aireación se oxida la materia orgánica, al aumentar el pH por el encalado aumenta la actividad microbiana que descompone la materia orgánica pues es su fuente de carbono, la temperatura de los suelos agrícolas es superior a la de los suelos forestales y acelera las reacciones de descomposición; además de que en los suelos agrícolas se retiran los cultivos.
Pero aun así, nosotros tenemos con frecuencia valores de materia orgánica superiores al 5% en tierras de cultivo. Son niveles muy superiores a los que podemos encontrar en suelos de cultivo de otros lugares de la península, donde habitualmente no llegan al 1%.
– En este momento se está hablando a nivel de la UE y también aquí a nivel de la Xunta de Galicia, de la posibilidad de abrir los créditos de carbono que ya se aplican al sector forestal, también al sector agrícola. ¿Qué posibilidades le ves a ese mercado, teniendo en cuenta ese diferencial de carbono almacenado que tenemos con respecto a otros lugares?
– Nuestros suelos son almacenes de carbono muy importantes en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, hasta ahora no se tuvieron en cuenta a la hora de los cálculos de secuestro de CO2.
Nuestros suelos forestales tienen carbono almacenado desde hace muchísimos años. Hay datos en nuestro departamento que hablan de materia orgánica estabilizada por el aluminio desde hace más de 20.000 años. Es decir, tenemos una materia orgánica muy estabilizada, que nosotros llamamos recalcitrante, que no se mineraliza rápidamente y que no es fuente de emisiones de CO2 a la atmósfera.
Nuestros suelos son unos grandes reservorios de carbono, aunque a nivel de cálculo hasta ahora no han sido tenidos en cuenta
En el caso del carbono en los suelos de cultivo, hasta ahora no se ha tenido en cuenta. A nivel agrícola intervienen muchos más factores que a nivel forestal, porque se aplican más labores y prácticas de cultivo y cuando metes un animal aún se complica más el cálculo. Hay que hacer un balance teniendo en cuenta también las extracciones y no me atrevería a dar ningún dato. Es algo en lo que aún se está empezando y primero hay que saber de lo que partimos, hay que tener una línea base y después se pueden implementar estrategias para buscar una adicionalidad a través del manejo de los suelos.
La PAC indica para España una serie de prácticas para favorecer la captura de carbono, tales como el pastoreo extensivo, la agricultura de conservación con siembra directa, las cubiertas vegetales espontáneas o sembradas y las cubiertas de restos de poda, pero algunas de estas prácticas pueden bajar los rendimientos por lo que su obligatoriedad está siendo objeto de protestas por parte de las organizaciones agrarias.
– Movimientos como el de la agricultura regenerativa colocan el foco sobre el cuidado del suelo. ¿Hay una mayor concienciación de los productores?
– El suelo es un sistema vivo que hay que cuidar y proteger si queremos que siga produciendo para poder seguir teniendo una alimentación saludable, porque las generaciones futuras también van a tener que comer y el suelo es el soporte de la vida, por lo que si eliminamos el suelo eliminamos también la posibilidad de la vida.
Poner un suelo a producir al máximo, a toda costa, tiene consecuencias directas sobre el medio ambiente y sobre nuestra propia salud
Poner un suelo a producir al máximo, a toda costa, tiene consecuencias directas sobre el medio ambiente y sobre nuestra propia salud. Además, el suelo es un sistema muy complejo. En materia de abonado y encalado, por ejemplo, no hay recetas mágicas, hay que analizar cada caso, porque no todo vale para todas las situaciones.
La fertilidad del suelo siempre se puede complementar con abonos verdes, con dejar restos y no retirar todo, con aplicar rotaciones y especies mejorantes, que, por otra parte, era el sistema tradicional en Galicia, donde siempre hubo rotaciones de cultivos, y rotaciones distintas dependiendo de la zona.