Herramientas para estudiar los valores fertilizantes de los purines de porcino, un grande avance para los agricultores

Con la finalidad de saber el valor fertilizante del purín de las granjas de cerdo, Miguel Fernández Labrada investigó ecuaciones de regresión para que los ganaderos y agricultores eviten hacer análisis en laboratorios y puedan llevar a cabo una buena gestión del purín

La falta de información de los valores fertilizantes del purín de porcino puede dar lugar a problemas medio ambientales. Ante esto, Miguel Fernández Labrada, investigador en el Departamento de Producción Vegetal y Proyectos de Ingeniería de la USC, llevó a cabo un proyecto de investigación para fijar ecuaciones de regresión para determinar el valor fertilizante del purín, permitiendo que los agricultores lo puedan predecir sin necesidad de llevar las analíticas a un laboratorio. «Muchas veces, antes de que les lleguen los resultados ya aplicaron el purín, porque el tiempo que pasa desde que vacían las fosas hasta que las vuelven a llenar es demasiado corto, menor que lo que se demora en obtener los resultados de la analítica, entonces necesitan agilidad en este sentido», detalla el investigador.

En este proyecto analizaron los purines en diferentes granjas y se centraron en cuatro parámetros rápidos para predecir el valor fertilizante: el pH, la conductividad eléctrica, la densidad y la materia seca. Los tres primeros se pueden medir directamente con aparatos (pH-metro, conductímetro o densímetro), mientras que para medir la materia seca hay que hacer un proceso de deshidratación hasta obtener un peso constante, que quiere decir que ya perdió toda la humedad. «Esto nos serviría para que los agricultores, empleando uno de los tres aparatos o una termobalanza para hacer el secado hasta peso constante, pudieran saber en el mismo momento o al día siguiente el valor fertilizante del purín de su granja». De este modo también se cumpliría con los requerimientos del RD de Nutrición Sostenible de los Suelos Agrarios, que exige tener información de la composición de los purines usados como fertilizante, la cual debe ser aportada por el ganadero en el caso de suministro a terceros.

Análisis de la conductividad eléctrica y la concentración de nutrientes en los purines de las granjas estudiadas

El proyecto se llevó a cabo en 32 granjas de Galicia (6 de madres, 6 de lechones y 20 de cebo) y se tomaron muestras en dos períodos, verano e invierno, aunque en general «no hubo diferencias debidas a la estación o año del muestreo». Según el investigador, actualmente todas las granjas tienen que tener las fosas cubiertas, por lo que «el purín no tiene cambios importantes derivados de la meteorología».

El purín de las granjas de cebo es el más rico
Los valores fertilizantes en los que se centraron son contenido en nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio. Miguel indica que obtuvieron ecuaciones bastante buenas, especialmente para el nitrógeno, el calcio y el magnesio; y en menor medida para el fósforo. La materia seca fue el parámetro que se mostró más útil para predecir el valor fertilizante, salvo en el caso del potasio. A partir diera parámetro sencillo, las fórmulas estiman con bastante fiabilidad a composición de los purines.

Concentración de nutrientes en el purín

Asimismo Miguel explica que obtuvieron datos muy variables entre las diferentes explotaciones. En cuanto a los macronutrientes, «en general sí que vimos que las granjas que tienen un purín más concentrado, con más nutrientes, son las de cebo, mientras que las de lechones o madres lo tienen más pobre. Esto depende, principalmente, del diferente contenido en materia seca.

Análisis de patógenos
Otro de los puntos fundamentales de la investigación está en el análisis de la carga bacteriológica que podrían tener los purines. «Parte de las bacterias que se analizaron no son más que indicadores y luego estudiamos la Salmonella, que sí que puede dar lugar a enfermedades en los animales y ascender en la cadena trófica», puntualiza el investigador.

Destaca que le «sorprendió» que hubiera tanta presencia en los análisis, teniendo en cuenta «que por la propia maduración del purín el contenido en microorganismos se va reduciendo». Esto es una muestra más de los pocos días que se almacena el purín de porcino, según apunta. «La producción que tienen los obliga a sacarlo bastante fresco, por eso deben tener en cuenta que si lo aplican en una pradera, deberían evitar recoger ese pasto o echar animales a pastar en menos de dos semanas luego de la aplicación, que sería un plazo de seguridad mínimo ya que esta bacteria puede vivir en el campo hasta 15 días».

Rotación en la aplicación de los purines
Lo último que analizaron fueron los metales pesados, «una problemática conocida en los purines de cerdo». Se centraron en el cobre y en el zinc, que en algunos casos superaban la normativa aplicable según Real Decreto de Nutrición Sostenible de los Suelos Agrarios, que fija una concentración límite en los purines. «En los animales de destete se añaden estos dos metales en los piensos para prevenir diarreas, fundamentalmente. La tasa de asimilación es bastante baja, es decir, hay que darle mucho cobre y mucho zinc para que asimilen una pequeña parte. Esto lleva a que se deriven para el purín y haya alta acumulación en los suelos», indica el investigador.

Contenido de metales pesados en las diferentes granjas estudiadas

En el Real Decreto se fija una cantidad que se puede aplicar por hectárea y año. En base a los datos que obtuvieron, empleando el purín de lechones ya cubrirían toda la cantidad que pueden aplicar: 40 m3/ha en el caso del cobre y solo 22 m3/ha en el caso del zinc. Por su parte, en el purín de cebo, que es el más habitual, se habla de un máximo de 120 m3/ha de purín para llegar al máximo de cobre y de 85 m3/ha para lo de zinc.

Una vía de mejora es la reducción de las dosis de inclusión en los piensos, algo que ya se mejoró notablemente nos últimos años motivado por las exigencias normativas Además, es necesario buscar fuentes de cobre y zinc más asimilables o alternativas a estos elementos.

Miguel resalta que el cobre y el zinc tienen «una parte positiva, que son micronutrientes», por lo tanto las plantas los asimilan, es decir, existe una extracción después de que se apliquen en el campo. «Entonces, hay que buscar un equilibrio, y lo mejor es no aplicar el purín siempre en el mismo terreno, sino hacer rotaciones con otros fertilizantes orgánicos o minerales con menor contenido en metales pesados, para así evitar la acumulación de los mismos», concluye el investigador.

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